Los medios de
comunicación tradicionales de México enfrentan el reto de reinventarse para
sobrevivir los próximos seis años.
Armando Enríquez
Vázquez
No todo dentro del nuevo gobierno es malo, la vida y la historia
no es bicolor como pretenden todos aquellos que crecieron con los melodramas de
la época de oro del cine mexicano o las telenovelas de Televisa. No todo se
reduce a neoliberales y herederos de Juárez como pretende el Presidente al querer
hacer creer de manera maniquea que todo desde el 1º de diciembre de 2018 cambió
y hoy todos es bondad, transparencia y manejo impoluto de recursos únicamente porque
se puso la banda presidencial y si no para ejemplo bastan algunos botones la
supuesta operación de Napoleón Gómez Urrutia en Tamaulipa y sus allegados para extorsionar
empresas, el fracaso del Estado al no tener ningún detenido de importancia por
el huachicoleo y el fuero que aun protege a los legisladores.
Es cierto: Los tiempos cambian y por fortuna quienes se
acostumbraron a ser pagados para que no pegaran están sufriendo estos cambios. ¿Sorprende
lo que han adelgazado los pesados diarios nacionales en las últimas semanas?
Excélsior, Reforma, El Universal, se han convertido en raquíticos pasquines con
menos hojas y menos secciones. El motivo; la política del nuevo gobierno en
materia de gastos de su propaganda y publicidad.
Sin planearlo el gobierno de López Obrador ha lanzado a los
medios a intentar convertirse en los favoritos del público estableciendo la
competencia, la calidad y diversidad de contenidos, algo que los mismo miedos
se han negado a hacer durante décadas y que por lo mismo hoy en día ha resultado
en una verdadera crisis en diarios, estaciones de radio y canales de televisión
que han comenzado a recortar de manera dramática a su personal y en el caso extremo
de Radio Centro a cerrar la estación conocida como Radio Red hasta nuevo aviso,
y a que corran los rumores y los videos en los que se habla de una empresa en
quiebra, algo que su dueño Francisco Aguirre Gómez salió rápidamente a desmentir
la noticia y sin embargo su empresa sigue en caída libre algo que es tradición
familiar desde que en los años sesenta el grupo fue incapaz de mantener su
canal de televisión.
Es cierto, el lado negativo de esta nueva política de
gobierno son los recortes de personal en los medios, pero también los pone en su
realidad. Durante décadas ninguno de los diarios ha sido capaz de mostrar
pruebas reales del numero de ejemplares que edita a diario y todo lo que se
dice o hace son especulaciones o trampas como la que a diario hace El Excélsior
a venderse en las primeras horas de la mañana a su precio normal en calles y
puestos de periódicos, para revenderse después de las diez de la mañana en los
vagones del metro a menos de la mitad de precio o la cantidad de periódicos que
se regalan a establecimientos. Estos diarios que mienten maquillando sus
tirajes son diferentes a diarios como el Publimetro cuyo negocio es la repartición
gratuita del diario.
En el caso de la televisión, donde desde tiempos de los
inicios de Televisa se han maquillado y manipulado los llamados ratings, la
situación es igual de oscura, Televisa lleva miles de despidos en los últimos
años, lo mismo sucede con grupo Imagen que en su incapacidad por proponer una
alternativa a la televisión y a la falta de visión de sus directivos, en menos
de veinte años de existencia ya ha fracasado en al menos una ocasión al
despedir y cerrar la señal de lo que fue su primera propuesta televisiva
llamada Cadena3 y los bajos ratings que le significan sus dos señales actuales
Excélsior TV e Imagen TV.
La falta de calidad en los contenidos y en las propuestas,
las viejas ideas de que un medio sirve para hacer presión al gobierno y
obligarlo a pagar cuotas para evitar la crítica los sigue teniendo como fuentes
poco confiables de información.
La lucha diaria de periodistas serios como Carmen Aristegui,
Raymundo Riva Palacio, Daniel Moreno, entre otros que desde el Internet
mantienen medios críticos e independientes es también parte del desinterés de
las audiencias por seguir a medios con periodistas chayoteros al frente de sus
emisiones estelares de información.
Por un lado, es deseable que la política del gobierno
federal se mantenga y que la inversión en medios se reduzca al mínimo necesario,
el dinero que se utilizaba para la propaganda gubernamental y fue mina de oro
para muchos pillos debe desaparecer. Los mensajes del gobierno deben limitarse
a lo urgente, a lo necesario, a las políticas públicas, no a cada programa o
idea que se le ocurra a un funcionario para enriquecer a sus amigos y dar
dinero a diestra y siniestra a medios.
Pero por otro el gran desempleo que esto provoca por la
mezquindad de los dueños y directores de medios se suma a la que se promueve
desde la oficina de Andrés Manuel a nivel de gobierno federal y no es lo mejor
que le pueda suceder al país.
Periódicos, estaciones de radio, canales de
televisión a lo largo del país enfrentan hoy el reto de volverse creativos,
innovadores y competitivos palabras que les encanta presumir pero que carecen
de significado real desde hace mucho tiempo entre dueños y directivos, si es
que quieren tener las audiencias necesarias para llegar al año 2024.
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