Una cosa es clara; ni Vicente Fox, ni Felipe Calderón, ni
Enrique Peña Nieto han recibido más votos que la oposición en su
conjunto. ¿No es hora de evitar las suspicacias de los mexicanos e
implementar una segunda vuelta electoral?
Armando Enríquez Vázquez
La
democracia mexicana es cuestionada cada seis años, casi desde sus
orígenes; los trucos y artimañas del sistema, implementados por todos
los partidos políticos no hacen otra cosa sino que la mayoría de los
mexicanos dudemos de nuestra democracia, que parece amañada desde el
ángulo que la queramos ver. ¿Por qué, de qué sirve una elección
transparente, cuando el proceso ha sido un mugrero por parte de todos
los partidos políticos? ¿A qué llamamos democracia, cuando el Instituto
encargado de dar certeza a los mexicanos es incapaz de actuar, de
cuestionar, de calificar, de sancionar y lo que parece más grave, no
tiene una convicción democrática interna y mucho menos ante los ojos de
los mexicanos?
Cuando se habla de las reformas estructurales que habrán de aprobarse
por el próximo gobierno y se habla de la reforma política, no está por
demás poner sobre la mesa, la necesidad de una segunda vuelta electoral
para evitar las suspicacias de las pasadas dos elecciones ante la
incapacidad del IFE para ser el árbitro imparcial y transparente que era
en tiempos de José Woldenberg.
No es necesario recordar que al menos ninguno de los tres últimos
presidentes electos, esto es, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique
Peña Nieto han contado con una mayoría real en las elecciones. En los
tres casos sí sumamos los votos de los partidos de la oposición, estos
son más que los del ganador. Lo que quiere decir, sin adentrarme en que
sumando el treinta y tantos por ciento de abstencionistas da en realidad
un presidente electo con menos del 20% del universo de votantes, el
presidente ha sido elegido por una minoría mayoritaria. Por eso las
perspicacias, las dudas y las inconformidades de amplios sectores de la
población.
Entre las cosas que son importantes reflexionar y exigir a los
legisladores para la reforma política de nuestro país se encuentra la
necesidad de una segunda vuelta electoral cuando ninguno de los
aspirantes obtenga más del cincuenta y uno por ciento de los votos en la
primera vuelta. Lo que se pretendería sería que el mayor número de
mexicanos decida al futuro presidente y se identifique con su plan de
gobierno y por otro lado que el presidente electo sienta el apoyo de la
mayoría real de sus gobernados en tanto a sus decisiones y estilo de
gobierno.
Porque la otra opción sería cambiar el sistema presidencial, que de
nada o poco nos ha servido, por el de un gobierno parlamentario donde el
Jefe del estado Mexicano surja de las filas del partido con el mayor
número de miembros en el parlamento, en nuestro caso en el Congreso de
la Unión y de no haber un partido mayoritario se tendrán que dar las
alianzas y negociaciones necesarias entre los partidos para definir no
sólo al presidente sino el rumbo del país.
Lo realmente preocupante es que nuestra “Democracia”, es como muchas
otras cosas de nuestro sistema político, una simulación donde al parecer
todo se vale y se concerta en lo oscurito, en detrimento de la imagen
del país, pero más importante en flagrante violación de los derechos e
intereses de los votantes mexicanos.
Publicado en blureport.com.mx el 1 de Agosto de 2012
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