Durante 2019 habremos
de ver avances, así como cambios en el liderazgo en la carrera espacial y las
misiones de diferentes países y empresas.
Armando Enríquez
Vázquez
Este año que se cumplen los 50 años de los primeros pasos de
un ser humano sobre la superficie lunar y de la supremacía norteamericana en
materia de investigación espacial, inició con la llegada de China al lado
oscuro de La Luna. El 3 de enero marca una nueva etapa en la carrera espacial y
de lo que se prevé sea una batalla por el satélite terrestre y en un futuro no
muy lejano por diferentes cuerpos celestes.
A diferencia de hace cincuenta años cuando sólo dos países
contaban con la tecnología para mandar naves a la Luna, hoy además de China otros
países cuentan con la tecnología para hacerlo; la Unión Europea, la India, Japón,
incluso Irán que tiene un programa espacial que ya ha puesto un mono en órbita,
son contendientes por nombrar nuevos territorios llenos de minerales
importantes en su favor. Una carrera por colonizar y conquistar en caso de ser
necesario ha iniciado. Existe un nuevo jugador que ha diferencia de todos los
mencionados arriba carece de compromisos con ciudadanos y su bienestar, las
grandes empresas privadas, en especial norteamericanas que tienen ya la
capacidad y tecnología para construir y lanzar cohetes y que en ocasiones
trabajan de la mano de las agencias espaciales.
En ese sentido estas empresas me recuerdan a las empresas
marítimas holandesa e inglesa que tan importante papel jugaron en la
colonización y conquista del Océano Pacífico y la parte de América que no había
sido conquistada por España o los ingleses, basta recordar que Manhattan era
propiedad de la Compañía Holandesa de las Indias y que fue intercambiada con
Inglaterra por las islas productoras de especias como el clavo.
Los chinos, a diferencia de los norteamericanos hasta 2015,
jamás han negado su interés por explotar la riqueza mineral del satélite, de
establecer una colonia habitada por humanos para llevar a cabo empresas de
minería en el satélite. Para el gigante de Asia, y del mundo, La Luna está muy
lejos de ser un patrimonio universal. En 2015 el congreso norteamericano aprobó
un acta que permite la obtener, poseer, transportar y comercializar recursos extraídos
fuera del planeta Tierra junto con empresas privadas, aunque esto no sea
especificado de esta manera, por ejemplo, la NASA conforme a esta acta trabaja
con General Motors para desarrollar robots que emprendan tareas conjuntas con
seres humanos o de manera independiente que ayuden a la colonización y/o explotación
de diferentes cuerpos celestes. Así NASA puede acceder a la tecnología,
mientras que las empresas se ven beneficiadas a acceder al espacio exterior y
llevar a cabo misiones de interés para la empresa.
De acuerdo con un excelente artículo publicado por la
revista Wired el 23 de diciembre de 2018 y cuyo link es https://www.wired.co.uk/article/commercial-space-race-conflict
existe la posibilidad que 2019 vea los primeros conflictos internacionales
entre países y empresas privadas en la carrera espacial.
Ejemplo claro de esto es que a pesar de existir un llamado
Tratado de la Luna que otorga la jurisdicción de los cuerpos celestes a la
comunidad internacional, este no ha sido firmado por ninguno de los países que
han desarrollado misiones espaciales o que están en el proceso de hacerlo,
porque como muchas otras cosas que intenta liderar la ONU este proyecto no
sirve para nada en la práctica.
La llegada de los chinos a la cara oscura de la luna muestra
dos cosas, el salto exponencial de la tecnología china, que en menos de
cincuenta años ha logrado competir con los países de mayor tecnología en el
mundo y la importancia para el gobierno chino de que su programa espacial. Los
chinos no quieren ser sólo líder mundial en materia del espacio, su mayor
pretensión es producir ganancias para el pueblo chino.
Más allá de los objetivos científicos del Chang’e 4, nombre
de la sonda que el 3 de enero alunizaron los chinos, y que tienen a los
científicos del mundo con grandes esperanzas de conocer más acerca del universo
y de nuestro propio planeta, es indiscutible que la misión china tiene una
agenda totalmente china que no comprende al resto de los gobiernos de las
llamadas grandes naciones del mundo.
Aunque Donald Trump parece decidido a establecer un programa
militar espacial para Estados Unidos, es difícil que lo logre si mantiene la testaruda
visión de la administración de su gobierno que ha mantenido el gobierno de su
país en un cierre parcial que según el mandatario puede durar años y el está
listo para que así sea. De la misma manera que otros mandatarios del mundo
Trump en su discurso demagógico olvida que los recursos son limitados y no todo
es posible. Para un hombre tan radical y paranoico, Trump parece no haberse
dado cuenta aun de lo que la misión china representa en términos reales de la
geopolítica mundial.
La Unión Europea por su parte en un programa que al parecer
es mucho menos ambicioso que el americano, el de los empresarios
norteamericanos o el chino tiene presupuestados 16 mil millones de euros para
sus programas espaciales de 2021 a 2027. Ninguno de esos euros son para llevar
misiones a la Luna o cualquier planeta, si no para intentar obtener la
supremacía en materia de satélites y sus acciones. Rusia que en otro tiempo
encabezó la lucha contra Estados Unidos en la carrera espacial, se ha visto
desplazada a un triste lugar donde es más observador que parte activa por la
falta de presupuesto gubernamental. Si algo salva a la NASA de una total
paralasis es sin duda la activa participación de la iniciativa privada.
Las principales empresas con las que NASA habrá de tener
misiones en 2019 son Boieng con el Starliner, una capsula para llevar a cabo
misiones en las zonas más bajas de la órbita, SpaceX, la empresa de Elon Musk,
con la que nace tiene el programa de transbordadores espaciales Dragon que
desde 2012 han servido para llevar materiales a naves en órbita y en 2019
comenzara su programa para transportar seres humanos que era su objetivo
principal. También está Blue Origin de Jeff Bezos el fundador de Amazon. La alemana
PTScientists y la japonesa ispace trabajan fuera del radar de la NASA, de la
mano con otras agencias espaciales.
Existen otros programas que aunque muy menores ponen a
Estados Unidos a temblar por no ser de naciones amigas o de empresas
norteamericanas, como sucede con el programa iraní, el secretario de Estado
Mike Pompeo indicó que ve como una amenaza que la República Islámica de Irán
ponga en órbita tres satélites durante los primeros meses de 2019, lo que
demuestra una vez más que Estados Unidos es ya incapaz de poner un dedo en
contra de los chinos o de los rusos al ver amenazada su hegemonía fuera de la
atmósfera terrestre.
imagen spanish.xinhuanet.com
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