Los grupos minoritarios utilizan los mismos argumentos de odio con los sus principales detractores los atacan.
Armando Enríquez Vázquez
Lo más terrible surgido de los movimientos humanistas y
antirracistas es curiosamente el racismo y la intolerancia; la promoción de la
radicalización del conflicto.
Hace un par de años surgió en Estados Unidos un movimiento
llamado Black Lives Matter como
respuesta a la brutalidad y racismo manifiesto de algunos cuerpos policiacos
blancos en diferentes ciudades de Estados Unidos, en uno de sus más recientes
despliegue de fuerza, Black Lives Matter
irrumpió en la marcha del Orgullo Gay en Toronto, Canadá dejando clara, no solo
su presencia ya internacional, sino que, para ellos, por encima de la
diversidad sexual se encuentra la vida de la gente de color.
Acabamos de presenciar un crimen de odio en contra de la raza
blanca cuando, un hombre negro ex miembro del ejército norteamericano decidió
salir a matar policías blancos en la ciudad de Dallas como respuesta a ese
racismo que cuerpos policiacos de diferentes ciudades de Estados Unidos los
llevo a cometer una par de inexplicables asesinato en contra de dos jóvenes
negros sin mayor explicación, ni ninguna lógica, únicamente porque ellos son
los representantes de la ley y pueden hacerlo de manera impune. Una policía que
parece ser parte de la Nación Aria, que apoya a Donald Trump y qué también en
más de una ocasión ha asesinado a mexicanos y latinoamericanos por el simple
hecho de serlo, de la misma manera este ex soldado negro no sólo mató blancos,
si no que mató a un descendiente de mexicanos entre los policías.
Nos debe quedar claro que, a pesar de las palabras de Obama,
en Estados Unidos el racismo y un estado policiaco irracional y asesino
subyacen en esa calma y mosaico racial y religioso con el que pretenden ser el
ejemplo de convivencia democrática que no son. Para que Trump tenga el éxito
que tiene es necesario una base de descontento que se explica en todos los
sectores raciales de la población de Estados Unidos. Trump es, en cierta manera,
la respuesta de lo más extremista de la población conocida como WASP (White
Anglo Saxon and Protestant) a un presidente racista como lo ha sido Obama. Por
más que Michelle Obama se agarre de la mano de George W. Bush en una ceremonia
por los policías caídos en Dallas.
En general los crímenes de odio, sólo demuestran esa odiosa
segmentación que desde lo políticamente correcto hemos, desde hace algunas
décadas, aprendido hacer de los seres humanos. Los negros, homosexuales,
mujeres y hombres, católicos, judíos o musulmanes todos somos parte de un
absurdo segmento, social, racial, sexual, religioso. Sí realmente fuéramos lo
civilizados y evolucionados que presumimos ser, tendríamos que estar muy claros
que antes que nada somos seres humanos, nada nos identifica mejor como grupo
que ser Homo sapiens. Todas las demás
diferencias y características las hemos inventado a lo largo de cien mil años
de existencia.
Black Lives Matter,
como los hacen los grupos Neo Nazis y los grupos fundamentalistas de cualquier
creencia, olvida que lo importante es que cualquier vida humana importa, no sólo
la de los negros. Lo que hacen organizaciones como Black Live Matters es promover desde el otro extremo de la balanza el
racismo. Se comportan de la misma manera que la nación aria, promoviendo el
odio a todos aquellos que no sean negros. De la misma manera que desde las
organizaciones LGBT, se promueve, en muchas ocasiones, el odio y el desprecio a
los heterosexuales y se menosprecia con adjetivos llenos de odio nuestro orgullo
de serlo, que es igual de válido que el de ellos.
Los grupos minoritarios utilizan los mismos argumentos de
odio con los sus principales detractores los atacan; los LGBT utilizan los
argumentos con los que la extrema derecha los desprecia por su preferencia
sexual para atacar a los heterosexuales, Los grupos extremistas de feministas atacan
a los hombres con un hembrismo digno de cualquier machismo a ultranza, contra
el que las mujeres y muchos hombres han luchado en los dos últimos siglos.
Lo que vemos en Estados Unidos, Europa y en ciertos grupos
en nuestro país es un retroceso en la lucha por la igualdad de los derechos
humanos. Lo opuesto a la democracia nacida de la Revolución Francesa que
promulgó entre sus principios la igualdad. La igualdad se ha convertido en algo
que se aplica en el discurso y la practica a voluntad. Las sociedades modernas
y políticamente correctas piensan que la democracia es algo cercano a sistemas
autocráticos o tiranías donde hay personas que son más iguales que otras. Únicamente
son iguales aquellos que piensan de la misma manera que yo. Todo lo demás recae
en la tolerancia que es tan sólo una forma de decir no te acepto, pero te
tolero.
Hablar de tolerancia es una forma elegante de aceptar la
discriminación. Tolerar no es aceptar, pero tampoco reconoce el derecho humano
y democrático a discernir. Tolerar es una actitud pasiva que promueve la
mediocridad. Tolerar elimina el dialogo o la discusión y crea un mediocre
silencio donde todo está permitido. Tolerar funciona porque así lo dictan las
leyes, la moda o las convenciones sociales. Lo peor, es que muchos de estos
grupos minoritarios son en muchas ocasiones más intolerantes que la mayoría a
la que tanto critican. Son los primeros en tratar al otro, de esa manera que
ellos no quieren ser tratados.
Aceptar o rechazar es mucho más democrático que tolerar. En
una sociedad democrática todos tienen cabida, pero no por ello tienen que
pensar igual, sencillamente por eso existen elecciones. Las democracias
funcionan, en teoría, por mandato de la mayoría. La demagogia actual pretende
hacernos creer que son las minorías las que tienen la última palabra y en el
sentido más siniestro del termino políticamente correcto subyace la prohibición
a discrepar con estas minorías, de hacerlo los llamados grupos liberales que
son igual de intransigentes que los conservadores apuntaran sobre el
perpetrador su dedo flamígero y su juicio moral en contra de él. Lo que es
cierto es que no podemos pretender que las minorías tengan la voz de la
sociedad por el simple hecho de ser minoría. Esa es una manera muy clara de
definir a una dictadura o a una tiranía.
A lo largo de las últimas décadas desde que estos temas son
parte de una agenda que se pretende humanitaria, más de un gran escritor,
pensador o artista ha puesto sobre la mesa de análisis que sucede en el otro
extremo de la situación. Mujeres que acosan sexualmente a sus subalternos o
aprovechando su condición de genero se dedican a acusar y denigrar a los
hombres únicamente por su condición de género. Negros y latinos que discriminan
y humillan a blancos por el sólo hecho de un color de piel distinta. Facciones
y grupos de preferencias sexuales diversas que impiden a los heterosexuales formar
parte de equipos de trabajo por no ser LGBT. Por absurdo que esto parezca,
también es una realidad y sobretodo es una forma de discriminación.
La hipocresía de los católicos que hablan mal de los
musulmanes sin recordar los crímenes de odio cometidos por la iglesia católica
empezando por la Santa Inquisición que era lo mismo que es hoy el Estado
Islámico, o de los israelitas que se han encargado de hablar de los atroces
crímenes de la II Guerra Mundial en contra de la comunidad judía y que aplican
métodos de genocidio muy similares con la población palestina.
Cuando desde la silla presidencial se promueve el racismo,
como lo hace Barack Obama al vender armas a los grupos criminales en México o
se es el primer deportador de migrantes en la historia de una nación de
migrantes es imposible hablar de una sociedad igualitaria cuando su presidente
se ha con como tampoco se puede hablar de democracia e igualdad.
El respeto y la vida de los demás importa, pero no la de un
grupo u otro sino la de todos porque todos somos ante todo seres humanos.
publicado en blureport.com.mx el 15 de julio de 2016
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