¿Necesitamos que los premios sean reconocidos por las masas? ¿No es todo acto de artístico un acto elitista?
Armando Enríquez
Vázquez
Más allá de si Bob Dylan merece o no el Premio Nobel de
Literatura, lo importante es la atención que se ha generado alrededor de la
Academia Sueca, de su decisión, del Premio Nobel de Literatura en sí y de la
importancia o no de otorgar premios a diestra y siniestra en cualquier
disciplina, bajo el pretexto de los tiempos en los que vivimos.
Desconozco qué tan bien posicionados los premios suecos se
encuentren hoy en la mente de los jóvenes, porque antes de esa discusión habría
que recordar el alejamiento de muchos jóvenes de los libros.
La designación del cantautor como Premio Nobel de este año,
desató en redes sociales una verdadera polémica e hizo a mucha gente voltear en
dirección de Estocolmo. Tampoco está claro si los académicos suecos, o quien se
dedique a llevar las relaciones públicas de los Premios Nobel estaba consciente
de lo que una decisión de este orden iba a tener y la polémica que desataría a
su alrededor, pero existen ciertos hechos que pueden despertar suspicacias.
La Secretaria Permanente de la Academia Sueca Sara Danius
declaró tras el anunció del premio que este año no les había costado ningún problema
al tomar decisión, y que esperaba que nadie criticara a la Academia. Algo que obviamente
no sucedió y probablemente la decisión de 2016 ha sido una de las más
criticadas y polémicas. Algo que fue en ese sentido un riesgo calculado por la
Academia, porque no existe mala publicidad según algunos.
Los Premios Nobel tienen un prestigio de ciento quince años,
que sólo se ve cuestionado, en el caso de muchos de los galardonados con el
premio de la Paz. Por ejemplo, Barack Obama a quien se le otorgó el premio en
2009 o la Unión Europea en 2012, sólo por nombrar dos de los más recientes.
Incluso cuando nos referimos a premios que representan el
mayor logro en disciplinas en las que no se otorga el Nobel, lo hacemos
utilizando a los premios suecos como referencia. El Premio Nobel de la
Arquitectura, al referirnos al Premio Pritzker, por poner un ejemplo. Esta
comparación pone en su justa dimensión la importancia y la calidad del premio,
en una era en que tenemos premios en cada esquina y por cualquier tontería.
Hacer conscientes a los jóvenes de la importancia de los
reconocimientos y existencia de la Fundación Nobel, ha sido una preocupación de
la misma. Por eso a partir del año 1994, la noche siguiente a la premiación del
Nobel de la Paz, se lleva a cabo un gran concierto con cantantes y músicos de
todos los rincones del mundo. A lo largo de veintiún años han participado
Alanis Morrisette, Sinéad O’Connor, Sting, Santana, Enrique Iglesias, Yo-Yo Ma,
Alicia Keys, Lang Lang, Esperanza Spalding, entre muchos otros. La mayoría de
ellos autores escuchados por los jóvenes. El año pasado se transmitió el
concierto por Internet.
El dinero de este concierto no proviene del testamento del
Alfred Nobel, quien dejó indicaciones y restricciones muy claras acerca de cómo
utilizar su dinero, pero como marca El Premio Nobel está buscando reposicionarse
entre la juventud a través de sus intereses más conocidos y las nuevas
plataformas tecnológicas y también recurre a patrocinadores que le financian
este concierto que acerca a los jóvenes a los premios.
La cuestión es sencilla: ¿Necesitamos que los premios sean
reconocidos por las masas? ¿No es todo acto de artístico un acto elitista? El
mismo Dylan lo fue y lo sigue siendo. ¿No es una exageración más de la edad de
lo políticamente correcto lo que ha ocurrido en Suecia? ¿No estamos frente a un
acto de auto promoción que pretende asegurar el futuro de los premios?
No lo sé y mucha gente contestaría con un categórico no. Pero
yo soy muy desconfiado.
Los premios parecen estar sobrevalorados en una época en que
los seres humanos necesitan que se valide su trabajo. Una era en la que no
basta con saber que lo hace uno por convicción, por amor, por el disfrute de
hacerlo, una era en la que nada es válido sin el reconocimiento de personas con
las que poco o nada hay en común. En su
caso a partir de este año tal vez más jóvenes estén pendientes del anuncio del
ganador del Premio Nobel de Literatura en el otoño de 2017, lo cierto es que frente
al silencio que guardó Bob Dylan por haber recibido este premio, durante
semanas y su desprecio a aparecer durante su entrega, parece que en el sentido
pragmático el tiro le salió por la culata a la Academia.
Lo que sí creo es que a partir de hoy habrá muchos
escritores que empezaran a buscar otro premio que se convierta en el más
excelso reconocimiento a la labor de un escritor literario.
Una primera versión de este texto se publicó en roastbrief el 17 de octubre de 2016
imagen. nobelprize-org
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