La derecha está de regreso, casi todos los países europeos tienen grupos racistas, en África, América y Asia también los hay, pero no todos han hecho del discurso del odio una política de Estado.
Armando Enríquez Vázquez
En días recientes si algo ha quedado claro en nuestro vecino
del norte es que el discurso de odio promovido desde la oficina oval de la Casa
Blanca empieza a llegar a los lugares que Donald Trump tiene planeado desde su
ascenso a la presidencia.
Las bombas descubiertas en los mails de algunos de los
opositores del presidente de Estados Unidos y el ataque a una sinagoga en
Pittsburgh son clara muestra del extremismo de supremacistas blancos que hoy
tienen a su máximo líder en la Presidencia de Estados Unidos y los líderes más
visibles del Partido Republicano de Estados Unidos que son incapaces de
manifestarse al respecto porque en el fondo así como condenan al terrorismo
surgido en diferentes partes del mundo están de acuerdo con estos actos de
terrorismo domésticos.
El discurso del odio que ha ido creciendo y estableciéndose
en el DNA del Partido Republicano y de la más conservadora parte de la sociedad
norteamericana, llena de blancos anglosajones y protestantes puritanos que
desde 1620 se autonombran dueños de una tierra que han arrebatado a sus
verdaderos dueños para cometer a lo largo de casi cuatrocientos años algunas de
las peores atrocidades racistas de las que haya escuchado la humanidad.
Los blancos norteamericanos se sienten amenazados por los
migrantes y las siguientes generaciones; negros, mexicanos, hindúes, chinos,
nacidos en ese país y que tiene una mejor preparación y comienzan a juntos ser
la mayoría de la población de aquel país que alguna vez se enorgullecía de ser
una cazuela donde se mezclaban todas las razas, ideologías y religiones y que
hoy es una de las naciones más divididas por cuestiones raciales. Tristemente
este racismo se agudiza cuando el mayor racista de Estados Unidos es su presidente.
Pero el discurso del odio se da también en Europa, África y
Asia. Los israelíes son tan racistas y asesinos con los palestinos como los
Nazis lo fueron con ellos. Una política de odio que surge desde la cabeza del
estado israelí. No olvidemos que la matanza en Rwanda fue una cuestión de odio
racial.
Neonazis alemanes, parientes cercanos de los supremacistas
blancos que pululan por Estados Unidos. Los suecos, polacos, austríacos,
serbios, griegos, italianos, chinos, casi todos los países europeos tienen
grupos racistas, pero no todos han hecho del discurso del odio una política de
Estado.
Todos estos discursos se basan en la idea de yo estoy bien,
soy mejor y más que los demás, cuando esto llega a los mandatarios de los
países entonces se convierten en dictaduras; sinónimo en mayor o menor grado de
intolerancia, genocidio, autoritarismo y la esquizofrenia servilista de quienes
rodean al jefe de estado y actúan también en nombre de su beneficio propio.
“Tanto peca el mata la vaca como le que le coge la pata”, diría mi abuela.
Incluso Donald Trump sería feliz si el pudiera ejercer una dictadura en Estados
Unidos y así lo ha expresado.
El triunfo de Bolsonaro en Brasil significa el triunfo de
ese mismo discurso ahora en el sur del continente y seguramente veremos
enfrentadas en América la misma forma de discurso en las tres personas que
dirigen tres de los países más importantes del continente.
En México estamos a punto de entrar en esta misma forma de
pensar, espero equivocarme, pues en los meses que han seguido al triunfo de
Andrés Manuel López Obrador, el Presidente Electo ha demostrado que voz que se
opone a él sin importar si es critica o insulto se rasa con la mima tabla y
todos somos conservadores, neoconservadores, fifís, miembros de los enemigos del
pueblo. Su discurso que lejos de ser el de un presidente es el del mismo
bravucón de pueblo que ha sido desde la primera vez que perdió la presidencia,
alienta a los radicales de todos los colores a enfrentarse en redes sociales o
en vivo, el mejor de estos enfrentamientos se dio entre dos finas personas que
en redes sociales no sólo se insultaron y recordaron a sus progenitoras si no
que se citaron fuera de estación del metro a cierta a hora para partirse la
cara. Lo que siempre me he preguntado es ¿sí lo hicieron? y sí llegaron a la
cita ¿Cómo se reconocieron si las dos cuentas eran anónimas y sin fotos de
perfil?
La reacciones claras de odio de los seguidores de López
Obrador, por ejemplo, en el reciente caso de triunfo del aeropuerto de Santa
Lucía, tienen origen únicamente en el discurso de odio de un hombre muy pequeño
que no entiende la importancia del cargo al que 53 millones de mexicanos lo eligieron,
para gobernar y dar la grandeza a México que durante muchas décadas se le ha
negado.
Lo importante es que nos preguntemos ¿Qué pretende el Trump
de este lado del Bravo con invitar a los mexicanos, los ciudadanos a los que se
supone debe gobernar, a odiarnos unos a otros?
publicado en blureport.com.mx el 29 de octubre de 2018
fotografía DeathToStock.com
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