La demagogia, el populismo y las promesas de crecimiento con mejoras sustanciales en los niveles de vida son promesas comunes a los sistemas totalitarios que amenazaron con acabar con países el siglo pasado.
Armando Enríquez Vázquez
Mucho se ha hablado de los orígenes priístas del
Presidente Electo, de su falta de visión democrática, de su autoritarismo y de
como se ha permitido todos los lujos que ha criticado en otros en su quehacer
diario y el de su familia, con un hijo que compra departamentos de 12 millones
de pesos sin problemas o viaja por Europa de la misma manera y visitando los
mismos lujares que la llamada mafia del poder.
El problema no está en el pasado y presente de nuestro propio
Trump, si no de lo que se prepara a hacer en un país sustentado en una frágil democracia
como el nuestro.
Claro que existen puntos que también desde la oposición al
futuro gobernante se exageran, como la ya despreciada marcha fifí; la decisión
acerca del NAICM, no tendría ningún problema, si López Obrador hubiera hecho su
santa voluntad como presidente, sin disfrazarla con una consulta a todas vistas
sesgada y tramposa. Cualquier presidente ha tomado decisiones que lesionan
intereses del pueblo, el FOBAPROA por ejemplo, sin que nadie pueda hacer nada y
de una manera disfrazada de legal con el apoyo de su mayoría servil en el
Congreso de la Unión.
Pero lo peligroso de López Obrador, quién si conoce la
historia, es que prepara repetir acciones que hicieron que surgieran las más
terribles dictaduras del siglo XX; La Alemania Nazi, La Italia Fascista, España
de Franco, Cuba de Fidel Castro o la dictadura más cruel del siglo XXI Nicolás Maduro
en Venezuela.
La creación de milicias juveniles tiene como claro
propósito adoctrinar a jóvenes en la ideología distorsionada de López Obrador y
el grupo de empresarios y políticos chapulines que lo respaldan. Además de
adoctrinarlos, los jóvenes al ser parte de una milicia serán adiestrados en
tácticas militares y paramilitares para reprimir a los opositores y amedrentar
a la población. Un poco o un mucho como camisas pardas o camisas negras. Los
nuevos halcones de hombre que desde su militancia aprobó las acciones de Luis
Echeverría en los años setenta.
El nuevo presidente habrá de operar desde el odio clasista
y racista que muchos en el país sienten frente a una clase política nacida en
el PRI y el PAN que siempre los desprecio en todos los sentidos, en contra de
una clase media desprotegida que nunca apoyo a López Obrador, pero tampoco
aprobaba del todo a los otros dos partidos gobernantes. “Un pueblo sabio” que
ahora cree que tiene el poder sin darse cuenta qué son y serán sólo un
instrumento de control del estado. Las milicias paramilitares pagadas en otras
décadas por empresarios, latifundistas y terratenientes y permitidas por
gobernadores y autoridades federales, hoy serán pagadas desde las arcas del
gobierno con el disfraz de programas sociales y acciones en pro de grupos en
desventaja. El hambre satisfecha con fondos del gobierno hará a estos hombres y
mujeres que habrán de integrar a las milicias represoras, militantes fieles a
López Obrador.
El círculo se cerrará gracias a uno de los programas más
interesantes y necesarios planteados por el Presidente Electo, pero que en el
fondo creará un grave problema en la sociedad mexicana. Es cierto que el aparato
burocrático de este país es enorme y no reporta mayor beneficio al crecimiento
del PIB y si promueve la corrupción. Corrupción que va desde aviadores en las
dependencias de gobierno, mordidas por trámites, trámites en exceso y
duplicidad de funciones. A esto debemos sumar la gran cantidad de seres humanos
concentrados en una zona del país; la Ciudad de México y la zona metropolitana.
La descentralización es una medida que ningún ex presidente se atrevió a tomar.
El INEGI fue un experimento del que ninguno replicó pero que fue exitoso, para
todos.
La idea de López Obrador es magnífica y requiere sólo un
estudio de impacto en las ciudades que recibirán a la burocracia nacional para
crear una logística para descentralizar de una manera ordenada lógica y que no
dañe los intereses ni de aquellos que llegaran a habitar las ciudades, ni de
aquellos que residen en ellas.
Pero planteada como lo propone el Presidente Electo la
propuesta puede tener una serie de efectos colaterales que deben ser
estudiadas, la primera es que tal vez existan personas que por diferentes
razones no estén de acuerdo con el traslado de su fuente de trabajo y decidan
quedarse en la capital por diferentes razones, si por un lado esto promoverá el
empleo en las ciudades a las que llegue la dependencia creará problemas de
desempleo en la capital del país a menos que exista un programa de promoción de
creación de empleos para estas personas. La otra es que a la larga y una vez
lograda la descentralización de todas las dependencias de gobierno ¿óomo se
solucionarán los problemas que quedarán en una Ciudad de México? que tendrá muy
probablemente una sobreoferta de oficinas y departamentos para vivienda que tal
vez se solucione con los habitantes de los municipios aledaños del Estado de
México, entidad a la que se trasladaría el problema, eso sin contar el déficit
de empleos y la posible alza de la criminalidad. El primero se soluciona
volviendo al punto de las milicias simpatizantes del gobierno y el segundo
también.
López Obrador, como Fox en su momento, no se da cuenta que
no necesita a nadie del pasado para legitimar su presidencia, el permitir la
presencia de personajes nefastos como Elba Esther Gordillo, Carlos Romero
Deschamps durante su gobierno, sólo habla del regreso a los tiempos del corporativismo
que aseguren que su discurso de odio y demagógico será escuchado y apoyado al
menos en apariencia por miles y millones de mexicanos. Con las que llenará
plazas y el Zócalo demostrando ese músculo que necesita para amedrentar a la sociedad
civil, que tanto desprecia, una táctica del fascismo, del Nazismo, de Castro y
Maduro.
Por eso López Obrador no va actuar contra los verdaderos
lastres de la productividad de México y su gobierno; los sindicatos. Los
despidos que planea afectan a millones de mexicanos que trabajan como personal
de confianza y free lance en las dependencias que no son representados por
nadie que pueda ofrecer millones de votos a Morena. La aprobación de libertad
de afiliación de trabajadores al sindicato de su elección, sólo es una táctica
para crear la versión morenistas de la CTM y poder deshacerse de ese sector del
PRI.
Su perdón a los corruptos de este sexenio es una forma de
congraciarse con su antiguo partido, con muchos de los discípulos de sus
maestros y sobre todo con Carlos Salinas de Gortari a quien no se atreve a
tener como enemigo. La cuarta transformación requiere la validación de quien
tiene aun la mayoría de los hilos del poder en el país, con el tiempo y las
estrategias de López Obrador y su equipo a lo mejor esto cambie.
Las consultas opacas y sesgadas a las que está
acostumbrado Andrés Manuel, porque ya las sufrimos cuando como Jefe de Gobierno
del Distrito Federal hizo la primera farsa de una consulta de revocación del
mandato, con una supuesta encuesta telefónica. A las mentiras populistas como en
la que quiso involucrar del gobierno francés que el mismo presidente Macron
desmintió más rápido de lo que el Presidente Electo tardó en formular su
respuesta.
La creación de los llamados virreyes estatales, quienes
incluso parece que decidirán cual estado merece recursos federales y cual no,
basado en la militancia, obediencia y servilismo al tlatoani tabasqueño, es
otro de los graves problemas que habremos de enfrentar y cuya idea está
dirigida a acallar a gobiernos de otros partidos que puedan ser críticos del
gobierno federal. Esto será aun peor en los gobiernos estatales que encabece
Morena porque los recursos se gastarán en crear bases leales al partido.
Grupos empresariales de los que hoy sobresale Rioboo, al
que López Obrador como Jefe de Gobierno del Distrito Federal blindó con la
opacidad de no hacer pública la información acerca de los costos del segundo
piso, o la presencia de Alfonso Romo, y su proyecto de árboles frutales y
maderables en el sureste del país, tienen ese aire de la derecha que al igual
que Higa y OHL controlaron las decisiones de Peña Nieto.
López Obrador tiene algunas buenas ideas, lo que no
significa que estén basadas en buenas intenciones, México ha comenzado a ver el
cambió porque ha cumplido las primeras promesas de su campaña; la cancelación
del aeropuerto, el fin a las onerosas pensiones de ex presidentes, la nueva ley
de ingresos para servidores públicos que Peña Nieto se ha rehusado a firmar,
pero tristemente su actitud y su discurso de odio no dejan de tener el tufillo
perturbador de quien planea más que una cuarta transformación erigirse en el
tercer dictador de México.
publicado en blureport.com.mx el 4 de noviembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario