Cuando desde el gobierno los medios pueden ser
descalificados el aura del totalitarismo se asoma.
Armando Enríquez Vázquez
Es penoso que un país que arrogantemente se autonombra “Líder
del mundo” tenga como presidente a un personaje tan ignorante y patético como
Donald Trump. Un presidente que exhibe los grandes defectos de la democracia norteamericana
y en general de la democracia. Su última confrontación directa con el
periodista Jim Acosta de CNN y la secuela de mentiras y manipulaciones del
video con el que la Casa Blanca retiró su acreditación al informador, sólo
muestra el autoritarismo que nace de la ignorancia y la prepotencia.
El hecho en sí resulta un atentado contra la libertad de
expresión, ¿o no? ¿Hasta donde un periodista puede confrontar de manera directa
a un mandatario? En teoría hasta la última consecuencia, ya sea esta conseguir
la respuesta a su pregunta o terminar siendo agredido, verbal o físicamente,
por un hombre de muy pocas luces como lo es Trump, u otros más radicales como
el príncipe saudí quien al parecer ordenó el asesinato del periodista Jamal
Kashoggi al interior de la embajada de Arabia Saudita en Turquía, o como ha
sucedido en más de una ocasión en nuestro país, cuando el poder del crimen
organizado y los intereses de actores políticos han decidido deshacerse de
periodistas.
Jim Acosta acosa al presidente de un país que aún tiene un
grado democrático, que se encuentre a un paso de perderlo es diferente. Sin
embargo, no deja de ser un circo mediático y con él, el hecho que los medios
norteamericanos se enfrentan unos a otros; los fieles a Trump y su visión, como
Fox News y los que se quieren llamar medios críticos de comunicación, como CNN.
Nadie cuestiona lo que esto realmente significa y cual es el significado real
del enfrentamiento entre el poder gobernante y los poderes fácticos existente
en la sociedad actualmente. Simplemente se muestra la superficie sin ir al
fondo del asunto: por un lado, el descarado intento de un presidente que se
llama demócrata por comportarse como un dictador. Por el otro los intentos de
un medio por marcar la agenda informativa y política de una nación. El hecho
incontrovertible, más en Estados Unidos, de que el poder de su mal llamada
democracia no radica en el pueblo molesta a los norteamericanos en su ego y
prefieren darse por no aludidos, evitando profundizar. Claro que existen
Estados en peores condiciones, donde los medios juegan el papel que el gobierno
les asigna o les paga por cubrir.
En México cuando un reportero cuestiona al Presidente Electo
sobre el viaje de su hijo a Madrid y López Obrador se sale por la tangente
contestando tonterías sin que nadie insista en la pregunta y su puntual o no
respuesta, al menos ese periodista que preguntó está incumpliendo con su oficio
¿O no? Porque en nuestro país existe una costumbre de una prensa servil y
agachona, reflejo de las actitudes del “pueblo sabio”.
Cuando un presidente llama a los medios de comunicación
“Enemigos del Pueblo”, cae en una descalificación cínica de aquellos que por
oficio deben cuestionar a los poderes políticos o fácticos de un país. Cuando
desde el gobierno los medios pueden ser descalificados el aura del
totalitarismo se asoma.
Ese ejercicio profesional llamado periodismo llevado hasta
su última consecuencia, no representa lo mismo en Estados Unidos que en
Nicaragua, Venezuela, México, Arabia Saudita, Rusia. Pero el asunto va más allá
del periodismo, atañe e impacta directamente en los pueblos. Cuando lo único
que sabe hacer un gobernante es dividir para implementar visiones particulares
o de grupo sobre una población plural y con diferencias de opinión, los
gobernados deberían de estar preocupados. Los gobernantes de pocas luces, que
se llaman demócratas, o los dictadores que gozan del apoyo de los órganos de poder
de su nación son los principales divisores de los estratos de la sociedad, ya
sea en bases de raza, de nacionalismo, de condición socioeconómica.
El verdadero enemigo del pueblo no puede ser quien por
oficio cuestiona. El verdadero Enemigo del pueblo es, por lo general, el que
etiqueta desde el poder con aires de superioridad el quehacer o la apariencia
del otro, así lo hizo Hitler y así lo hace Nicolás Maduro.
publicado en blureport.com.mx el 12 de noviembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario